lunes, 17 de agosto de 2009

Ojalá fueramos como el Perro... (Apéndice) (11)


(San Antonio María Claret)
Publicado por Cristo Hoy
y que adjunto para provecho de los que quieran leerlo.



Otro medio para ser santos, incluso ladrando...

1. El perro es un animal tan fiel y tan constante compañero de su amo, que ni la miseria, ni la pobreza, ni los trabajos, ni otra causa alguna es capaz de hacerle separar de su dueño.
Lo mismo debo hacer yo: tan fiel, tan constante he de ser en el servicio y amor de Dios, que pueda decir con el Apóstol que ni la muerte, ni la vida, ni otra cosa alguna pueda separarme.

2. El perro es más leal que un hijo; más obediente que un criado; y más dócil que un niño. No solo hace voluntariamente lo que el amo le manda, sino que además mira la cara del amo para conocer su inclinación y voluntad, a fin de cumplirlas sin esperar que se lo mande, lo que hace con la mayor prontitud y alegría, y aún se hace precipitadamente de los afectos del amo; por manera que es amigo de los amigos de su amo y enemigo de sus enemigos.

Yo debo practicar todas estas bellas cualidades en el servicio de Dios, mi querido Amo.

Sí, gustoso haré lo que me mande; estudiaré su voluntad para cumplirlas, sin esperar que me mande; ejecutaré con prontitud y alegría todo lo que disponga por sus representantes, que son mis superiores.
Seré amigo de los amigos de Dios, y trataré a los enemigos de Dios como El disponga, ladrando contra sus maldades, para que desistan de ellas.

3. El perro vigila de día, y por la noche redobla su vigilancia; el guarda la persona del amo, y todas las cosas que al amo le pertenecen; el ladra y embiste a cuantos conoce o barrunta que pueden perjudicar a su amo y a sus intereses.
Yo debo procurar vigilar continuamente y declamar contra los vicios, culpas y pecados, y contra los enemigos del alma.

4. El perro, el mayor gusto que tiene es el estar y andar a la presencia de su amo.
Yo procuraré andar siempre con gusto y alegría a la presencia de Dios, mi querido Amo, y así no pecaré nunca, y seré perfecto, según aquella palabra: “Anda en mi presencia y sé perfecto” (Gen. 17,1)

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