domingo, 16 de agosto de 2009

La luna no tiene luz propia



- La luna no tiene luz propia... Vaya novedad?, me dirás...
- Sí. Aparte de tener momentos de luz más intensos que otros... momentos de poco reflejo... y hasta de eclipse total... Más: cuando sale el sol, pasa desapercibida... pero: ella sigue estando allí...
- Pensaba los otros días, en que hay momentos – en nuestra vida: tanto personal, como comunitaria... en que no sabemos qué hacer... Si debemos trabajar en algo o no... si tenemos que realizar esta tarea determinada en mi Comunidad... Si el Párroco quiere que actúe o no... O si mis hermanos no me aceptan, y no quieren que yo haga algo... o si “debemos quedarnos en los cajones...”
- Ante esta situación es bueno pensar que al Cristiano le pasa lo mismo que la luna... Primero: El Cristiano no brilla con luz propia... sino que su reflejo o luminosidad o Santidad no es propia, sino del “Sol” que nunca ser acaba...
A veces “luce” más...
En otras: menos... y hasta tiene momentos “eclipsados”...
Y más: pasa “desapercibido” a los ojos humanos... Como la luna tiene sus ciclos: tenemos momentos de esplendor y entusiasmo... Hay momentos de oscuridad y ganas de tirar todo... “porque no brillamos” (= a nosotros así nos parece!) Son momentos de oscuridad o de “invierno” en que nos toca “lamer toscas para parir veranos”... Son momentos de “afirmarnos” en nuestra interioridad: encontrándonos con Dios y con nosotros mismos... De allí saldremos fortalecidos... volveremos a brillar... Reflejaremos mejor esa “Luz”... Mejor será nuestro “Testimonio” del Resucitado!
Pero el Cristiano, perseverante, sigue estando allí, a disposición del Señor... esperando los momentos que El disponga...
- La luz del discípulo no es “propia”... Es la Luz del “SOL”. Pero, sí depende del discípulo estar preparado, dispuesto, o presto - con su atmósfera limpia – como un espejo, para que, cuando Cristo quiera reflejar su Luz, su Gloria, en él... lo pueda hacer.
- Para ello, nuestro trabajo es lograr que en mi se aquieten las pasiones o turbulencias, dominando mi carne y mi espíritu... De ese modo, la Luz del Señor, la Gloria del Señor, se podrá reflejar en mi ser.
- Ese espejo, esa “luna” brillará con mayor o menor intensidad... sin menguar o quitar la intensidad o luminosidad al “Sol”... porque suya es la Luz:
Así lo dice la Palabra, en Isaías 60, 1-2:
“Levántate, y brilla,
que ha llegado tu Luz,
y la Gloria de Yavé amaneció sobre tí!..
La oscuridad cubre la tierra
Y los pueblos estan en la noche,
Pero sobre tí, se levanta Yavé
Y sobre tí aparece su Gloria!”
- Es una invitación... Una orden del Señor a ponernos de pié y “brillar”... porque es “su” Luz la que ha llegado a nosotros y que amaneció sobre nosotros... Todo a nuestro alrededor puede estar oscuro... pero sobre nosotros está EL!..
- El Señor quiere hacer conocer su “Gloria” a través de sus discípulos... El pueblo judío en el desierto le pidió a Moisés que les hablara él porque tenían miedo de ver a Dios y morir... por éso el Señor llenó de su “resplandor” el rostro de Moisés... para que los demás pudieran ver “algo” de su Gloria...
- La luz del sol enceguece... pero su resplandor en la luna lo podemos observar de frente, sin problemas... no nos enceguece... Dios nos quiere utilizar a nosotros como instrumentos para hacer conocer a los demás su Luz. Por éso nos llama y nos ordena que nos pongamos de pié y brillemos!.. que brillemos en medio de la oscuridad!.. Y sin temor, porque “suya es la Luz”!... “Suya es la Gloria”!.. Sin temer los momentos de “menguante” o de “eclipses” porque somos limitados... y el resplandor no es mío, sino de El!.. Pero, para ello debemos estar siempre con las “lámparas preparadas”, para cuando El llegue!... y quiera brillar en nosotros...
- Cuidado!.. que la luna, aún en sus faces, en que no está en sus pleno esplendor, es cautivante y tiene su encanto... Lo mismo pasa con nosotros... Por éso, dejemos que el Señor haga las cosas!.. y alabemos su Gloria!..
- Seamos observadores y sabios: aprendamos de las cosas, que Dios pone a nuestro alcance...



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