Normalmente mi perro manifiesta su sujeción, lamiéndome los piés o manos, y si puede también mi cara...
Me hace fiesta, salta a mi lado, me invita a jugar con él.. y responde a mis estímulos cuando lo provoco...
Y cuando mi perro me muestra los dientes, allí nomás... liga un sopapo... para que aprenda a respetarme, y no me enfrente...
Pero, mi Señor... obra distinto.
Cuántas veces lo enfrento porque no me gusta lo que dispone.
Y El – en vez de hacer como hago yo con mi perro – no hace nada!..
Calla y espera!..
Espera a que yo, y libremente, me de cuenta... reflexione... y acepte sus órdenes.
Es que su amor por mí es tan intenso, que espera que esa intensidad toque mi corazón y me abra a su amor... reconociendo su Amor!..
Desea que reconozca su paciencia... su espera amorosa!
Y reflexionando sobre mi conducta y
reaccionando, vuelva a El, arrepentido, queriendo cambiar mi modo de ser... y sea agradable a sus ojos.
Jesús puso la comparación del buen pastor, de cómo éste busca a la oveja que se extravió (quiso ir ella donde le parecía mejor, en vez de seguir al pastor!).
Y no pudo regresar...
Cómo el “Pastor” va a buscarla... al encontrarla la saca de entre los espinos donde podía estar atrapada, o pozo... La limpia, le cura las heridas... y la pone sobre sus hombros.. La oveja no tiene que preocuparse de cómo volver... es el mismo “Pastor” que la regresa sobre sus hombros!...
Ese es el Amor de Dios!...
Todo lo contrario a lo que haríamos nosotros en su lugar... Cuantas veces comentamos que si fuéramos nosotros la traeríamos de vuelta a los ramazos... “para que aprenda!...” Y no es así con Jesús!...
Jesús quiere que yo – libremente - me decida a volver a El... y luego El se encarga del regreso a su Casa!... Porque no quiere que yo vuelva por obligación, sino sólo movido por su Amor!..
Me hace fiesta, salta a mi lado, me invita a jugar con él.. y responde a mis estímulos cuando lo provoco...
Y cuando mi perro me muestra los dientes, allí nomás... liga un sopapo... para que aprenda a respetarme, y no me enfrente...
Pero, mi Señor... obra distinto.
Cuántas veces lo enfrento porque no me gusta lo que dispone.
Y El – en vez de hacer como hago yo con mi perro – no hace nada!..
Calla y espera!..
Espera a que yo, y libremente, me de cuenta... reflexione... y acepte sus órdenes.
Es que su amor por mí es tan intenso, que espera que esa intensidad toque mi corazón y me abra a su amor... reconociendo su Amor!..
Desea que reconozca su paciencia... su espera amorosa!
Y reflexionando sobre mi conducta y
reaccionando, vuelva a El, arrepentido, queriendo cambiar mi modo de ser... y sea agradable a sus ojos.
Jesús puso la comparación del buen pastor, de cómo éste busca a la oveja que se extravió (quiso ir ella donde le parecía mejor, en vez de seguir al pastor!).
Y no pudo regresar...
Cómo el “Pastor” va a buscarla... al encontrarla la saca de entre los espinos donde podía estar atrapada, o pozo... La limpia, le cura las heridas... y la pone sobre sus hombros.. La oveja no tiene que preocuparse de cómo volver... es el mismo “Pastor” que la regresa sobre sus hombros!...
Ese es el Amor de Dios!...
Todo lo contrario a lo que haríamos nosotros en su lugar... Cuantas veces comentamos que si fuéramos nosotros la traeríamos de vuelta a los ramazos... “para que aprenda!...” Y no es así con Jesús!...
Jesús quiere que yo – libremente - me decida a volver a El... y luego El se encarga del regreso a su Casa!... Porque no quiere que yo vuelva por obligación, sino sólo movido por su Amor!..
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