María, Mamá, la “Ama” de Casa... está junto a su Hijo; y Este le concede disponer de sus gracias y riquezas, para bendecir a los hombres...
Decía anteriormente que yo era como el “pichicho” que se escapa de Casa, y luego vuelve todo sucio y oloroso, porque se anduvo revolcando en cualquier porquería que encontró...
Ese soy yo - muchas veces...
Muchas veces vuelvo al Señor, y El me lava, cura, y perfuma... (para que no huela “a mal”...)
Yo “pichicho” rebelde y reincidente...
Hoy quiero estar al pié de la Madre de Jesús, la Madre de mi Señor... y pedirle me permita estar junto a Ella, a sus piés, mirándola... cuando no de un salto subir a su falda... recibir una caricia suya, una palabra, una masita dulce... como hago yo con mi perro...
Sé que soy mucho más importante para Ella... mucho más importante que mi perro para mí!..
Ella hizo posible que su Hijo, Jesús, me rescatara, y que Jesús me pusiera en lugar seguro: me puso en sus manos: “Madre, ahí tienes a tu hijo!”
Es decir: ante ella dejo de ser ese cachorro (que come las migajas que caen de la Mesa de Dios), y paso a ser su “hijo”!... hijo del Dueño!.. Me puedo sentar a la Mesa de Dios... Compartir con El!
Puedo participar de la “Mesa” que nos dejó Jesús, para alimentar mi “filiación divina”, con su Cuerpo y su Sangre!..
Alabado sea!
Decía anteriormente que yo era como el “pichicho” que se escapa de Casa, y luego vuelve todo sucio y oloroso, porque se anduvo revolcando en cualquier porquería que encontró...
Ese soy yo - muchas veces...
Muchas veces vuelvo al Señor, y El me lava, cura, y perfuma... (para que no huela “a mal”...)
Yo “pichicho” rebelde y reincidente...
Hoy quiero estar al pié de la Madre de Jesús, la Madre de mi Señor... y pedirle me permita estar junto a Ella, a sus piés, mirándola... cuando no de un salto subir a su falda... recibir una caricia suya, una palabra, una masita dulce... como hago yo con mi perro...
Sé que soy mucho más importante para Ella... mucho más importante que mi perro para mí!..
Ella hizo posible que su Hijo, Jesús, me rescatara, y que Jesús me pusiera en lugar seguro: me puso en sus manos: “Madre, ahí tienes a tu hijo!”
Es decir: ante ella dejo de ser ese cachorro (que come las migajas que caen de la Mesa de Dios), y paso a ser su “hijo”!... hijo del Dueño!.. Me puedo sentar a la Mesa de Dios... Compartir con El!
Puedo participar de la “Mesa” que nos dejó Jesús, para alimentar mi “filiación divina”, con su Cuerpo y su Sangre!..
Alabado sea!
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