Por qué traemos nuestros
seres queridos, difuntos, a la Iglesia antes de sepultarlos?
(Descontemos de que hablamos entre “creyentes”, porque de
otro modo, ésto no tendría ningún sentido: sería un mero acontecimiento social,
que podría cumplirse en cualquier otro sitio, sin espera la presencia del “cura”
o responsable de la Comunidad religiosa)
Sabemos que Jesús vino para salvarnos del pecado.
Y una consecuencia del pecado es la muerte.
Jesús vino, y nos dijo que Él iba a vencer a la muerte, y la
venció. (La venció – ya – en su Persona, al resucitar!)
Y nos dijo que la venció – ya – en nosotros. Victoria que
será definitiva y sellada, cuando nos resucite a los hombres… el último día!
Ahora, Él ‘nos fue a preparar una habitación en la casa del Padre’.
Llegará un día en que los cementerios quedarán desiertos,
vacíos… (porque – yo – persona – compuesto de carne y hueso, y un alma o
espíritu – debo alabar como tal a Dios eternamente… ‘completo’, como hombre,
persona…)
Esta es nuestra Fe.
Creemos en la Persona de Cristo.
Creemos a este Cristo
que nos habló. Y que nos sigue hablando…
Por eso nos llamamos “cristianos”.
Por qué entonces, “los
pasamos por la Iglesia”?
En este marco de Fe, nos presentamos al Templo con nuestro difunto.
El “templo” es el lugar donde normalmente hemos sido
bautizados, confirmados, casados… donde
nos alimentamos todas las semanas con el Pan de la Eucaristía, con la Palabra…
donde recibimos el sacramento de la Reconciliación…
Donde nos encontramos
con los demás hermanos en la Fe…
Entonces, es lógico que traigamos los restos de un hermano –
creyente – fallecido a esta Casa (Casa de encuentro con Dios y con los
hermanos).
Sería como decir:
“lo traemos para que se encuentre definitivamente con ese Dios,
que nos dijo que iba a prepararnos una habitación, para que estemos con Él!”
Lo traemos, buscando para él “el descanso en Paz”. En la Paz
del Señor. Junto al Señor!
Y oramos todos juntos por él.
Además, ese cuerpo inerte, parte de mi persona, fue templo
del Espíritu Santo: Dios habitó en él…
Es un cuerpo “consagrado”
a Dios (consagrado por el Bautismo y los sacramentos), por lo cual merece
nuestro respeto y honor (hasta lo incensamos!). Este cuerpo volverá a unirse al
alma para alabar a Dios…
Además lo traemos al Templo (lugar de reunión de la Comunidad)
para que la Iglesia (=la Comunidad, y no el “Cura” sólo)
RECE – REUNIDA COMO
FAMILIA – rece por este hermano! Ya que terminó su ciclo en este mundo… y
debe presentarse ante Él para rendir examen… Y que el Señor tenga misericordia
de él.
Esto es lo que debemos hacer! Y si no, para qué traerlo?..
Cada uno de estos acontecimientos (que nos golpea)
debe llevarnos a tener presente que al finalizar esta etapa,
debemos presentarnos ante el JUEZ
Para rendir examen. Y la pregunta del examen, ya la sabemos:
“Qué hiciste por mí?” – “Cuándo?” – “Cuando
tuve hambre, sed, estaba solo, enfermo, etc…”
Qué hermosos será entonces escuchar de su Voz: “Vengan, benditos de mi Padre!”
Pero, sólo por la Misericordia del Señor (que nos dio/da una
mano!), podremos rendir bien el examen.
Por eso, necesitamos ORACIÓN: nuestra y de nuestros
hermanos.
Por eso, en cada responso, o entierro,
rogamos por nuestro/a hermano/a difunto/a, para que el Señor tenga
piedad de él/ella…
(Junio/1989)