jueves, 19 de enero de 2017

ILUSOS U OPTIMISTAS…? – Efesios 2,3-10

Todos éramos merecedores de castigo… (nadie está libre de culpa!)
Pero… Dios - rico en misericordia – nos manifestó su inmenso amor… dándonos vida…
La Salvación no proviene de nosotros mismos… ni de nuestros esfuerzos
personales ni mérito…
Nuestra Salvación o “Vida Nueva”, que se nos da, es un REGALO. NO UN PREMIO!..
En efecto: lo que somos, es obra de Dios.
Dios nos creó en Cristo Jesús, para que hagamos obras nuevas…


A los que estábamos muertos por nuestras faltas,
nos dio vida con Cristo Jesús.
A la muerte del pecado, opuso el perdón, su amistad, su vida!..
PERO:
Eso sí: “POR GRACIA hemos sido salvados”. Por gracia, gratuitamente… no fue por pago de alguna deuda que tuviera con nosotros… Es como una “limosna” que Dios nos da… pero no una “limosna” que Él tuviera obligación de dárnosla! Lo hace libremente. Por amor!..

MÁS: “Y NOS RESUCITÓ CON CRISTO”: la muerte, consecuencia del pecado, cuyo pensamiento nos aplasta… Ese “fantasma” (que es realidad y que nos espanta!) que no podemos evitar… a esa muerte Cristo nos vino a decir que la iba a vencer. Y la venció resucitando Él mismo…
Y también venció nuestra muerte: “NOS RESUCITÓ”… YA!.. YA CRISTO NOS RESUCITÓ!..  Vamos a morir, pero vamos a resucitar con Él! Este ‘cuerpo’ lo va a “alabar” en el Cielo junto con  muestra alma.

San Pablo añade algo aún: “Y NOS SENTÓ CON ÉL EN LOS CIELOS!” El pecado nos quitó la libertad, esclavizándonos… ante esta esclavitud  (de la carne, del mundo, del demonio) nos dice que “YA” reinamos, dominamos, triunfamos CON ÉL EN LOS CIELOS!... (Definitivamente!) YA CON ÉL TENEMOS LA VICTORIA. EL VENCIÓ. NOSOTROS TAMBIÉN VENCIMOS CON ÉL. TENEMOS SU PODER!

En Cristo, ya comenzó nuestra victoria sobre el mal (y también sobre las consecuencias del pecado o del mal).
Por eso dice: “En Cristo nos resucitó!” Y luego ya participamos del Reinado de Cristo: “NOS SENTÓ EN LOS CIELOS!

Allí, en medio del fragor de los problemas,
en medio de la incertidumbre,
en medio de la noche, de la angustia del no saber, de la convulsión de este mundo:
                    EL CRISTIANO DEBE “ILUMINAR
                    El cristiano trae un VISIÓN REVOLUCIONARIA: de optimismo, de                       Victoria (No es una Visión de “ilusos”)
Ante el pecado, Cristo nos dio la Vida (Nos reconcilió!)
Ante la muerte, nos resucitó! (venció “el fantasma” que nos tenía mal)
Ante la opresión y esclavitud, nos sentó en los Cielos para REINAR. Libres!..

Esta confianza, este optimismo (que no es por nuestros méritos, sino por Jesús)
nos lleva a pedirle, a rogarle con la certeza y serenidad, de ser escuchados… porque conocemos su Poder y que nos ama!..
Confiados, ya que Él mismo nos dijo que “pidamos en su Nombre” al Padre…
En esa seguridad,  YA LE DAMOS GRACIAS!.. porque Él nos lo concede. Le agradecemos antes de que nos lo otorgue. Y si así no lo otorgare, también!.. porque sabemos que Él quiere lo mejor para nosotros!

Lo que somos es obra de Dios!


(Junio 1989)
Por qué traemos nuestros seres queridos, difuntos, a la Iglesia antes de sepultarlos?

(Descontemos de que hablamos entre “creyentes”, porque de otro modo, ésto no tendría ningún sentido: sería un mero acontecimiento social, que podría cumplirse en cualquier otro sitio, sin espera la presencia del “cura” o responsable de la Comunidad religiosa)


Sabemos que Jesús vino para salvarnos del pecado.

Y una consecuencia del pecado es la muerte.

Jesús vino, y nos dijo que Él iba a vencer a la muerte, y la venció. (La venció – ya – en su Persona, al resucitar!)
Y nos dijo que la venció – ya – en nosotros. Victoria que será definitiva y sellada, cuando nos resucite a los hombres… el último día!
Ahora, Él ‘nos fue a preparar una habitación  en la casa del Padre’.
Llegará un día en que los cementerios quedarán desiertos, vacíos… (porque – yo – persona – compuesto de carne y hueso, y un alma o espíritu – debo alabar como tal a Dios eternamente… ‘completo’, como hombre, persona…)

Esta es nuestra Fe.
Creemos en la Persona de Cristo.
Creemos a este Cristo  que nos habló. Y que nos sigue hablando…
Por eso nos llamamos “cristianos”.

Por qué entonces, “los pasamos por la Iglesia”?
En este marco de Fe, nos presentamos al Templo con nuestro difunto.
El “templo” es el lugar donde normalmente hemos sido bautizados, confirmados, casados…  donde nos alimentamos todas las semanas con el Pan de la Eucaristía, con la Palabra… donde recibimos el sacramento de la Reconciliación…
Donde nos encontramos con los demás hermanos en la Fe

Entonces, es lógico que traigamos los restos de un hermano – creyente – fallecido a esta Casa (Casa de encuentro con Dios y con los hermanos).
Sería como decir:
“lo traemos para que se encuentre definitivamente con ese Dios, que nos dijo que iba a prepararnos una habitación, para que estemos con Él!”
Lo traemos, buscando para él “el descanso en Paz”. En la Paz del Señor. Junto al Señor!
Y oramos todos juntos por él.

Además, ese cuerpo inerte, parte de mi persona, fue templo del Espíritu Santo: Dios habitó en él…
Es un cuerpo “consagrado” a Dios (consagrado por el Bautismo y los sacramentos), por lo cual merece nuestro respeto y honor (hasta lo incensamos!). Este cuerpo volverá a unirse al alma para alabar a Dios…

Además lo traemos al Templo (lugar de reunión de la Comunidad) para que la Iglesia (=la Comunidad, y no el “Cura” sólo)
RECE – REUNIDA COMO FAMILIA – rece por este hermano! Ya que terminó su ciclo en este mundo… y debe presentarse ante Él para rendir examen… Y que el Señor tenga misericordia de él.

Esto es lo que debemos hacer! Y si no, para qué traerlo?..
Cada uno de estos acontecimientos (que nos golpea)
debe llevarnos a tener presente que al finalizar esta etapa, debemos presentarnos ante el JUEZ
Para rendir examen. Y la pregunta del examen, ya la sabemos: “Qué hiciste por mí?” – “Cuándo?” – “Cuando tuve hambre, sed, estaba solo, enfermo, etc…
Qué hermosos será entonces escuchar de su Voz: “Vengan, benditos de mi Padre!
Pero, sólo por la Misericordia del Señor (que nos dio/da una mano!), podremos rendir bien el examen.
Por eso, necesitamos ORACIÓN: nuestra y de nuestros hermanos.

Por eso, en cada responso,  o entierro,  rogamos por nuestro/a hermano/a difunto/a, para que el Señor tenga piedad de él/ella…

(Junio/1989)